Así dice el Señor de los Ejércitos:

«¡Talen árboles
    y levanten una rampa contra Jerusalén!
Esta ciudad debe ser castigada,
    pues en ella no hay más que opresión.
Como un pozo que hace brotar agua,
    así Jerusalén hace brotar su maldad.
En ella se oye de violencia y destrucción;
    no veo otra cosa que enfermedades y heridas.
¡Escarmienta, Jerusalén,
    para que no me aparte de ti!
De lo contrario, te dejaré devastada,
    en una tierra inhabitable».

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